Tras las tensiones diplomáticas y el fracaso de una propuesta inicial criticada por favorecer a Moscú, Washington y Kiev han anunciado un nuevo «marco de paz refinado», aún sin detalles públicos, que busca poner fin al conflicto más sangriento de Europa desde la Segunda Guerra Mundial. El tiempo apremia, y las presiones aumentan tanto desde dentro como fuera del tablero internacional.
Un acuerdo revisado tras el escándalo de la primera propuesta
Estados Unidos y Ucrania comunicaron este domingo, desde Ginebra, que han acordado continuar trabajando en un marco de paz revisado. El anterior borrador de 28 puntos, elaborado en octubre en una reunión informal en Miami —con participación de emisarios de Trump, su yerno Jared Kushner y hasta un enviado ruso bajo sanciones—, proponía concesiones inadmisibles: entrega de territorios, limitaciones militares y renuncia a la entrada de Ucrania en la OTAN.
Ese documento, filtrado la semana pasada, desató un terremoto político en Washington, Bruselas y Kiev. Los aliados europeos, que no fueron consultados, han reaccionado con una contrapropuesta: garantías de seguridad al estilo OTAN, menos concesiones territoriales y un tope militar más alto para Ucrania.
Washington cede y busca equilibrio con Europa
El secretario de Estado, Marco Rubio, ha encabezado la delegación estadounidense que trabaja intensamente en el nuevo plan, aunque regresó ya a Washington. Fuentes cercanas revelan que el presidente Donald Trump ha marcado el próximo jueves como la fecha límite para que el presidente ucraniano Volodímir Zelenski acepte el acuerdo, aunque esa fecha podría flexibilizarse. Se baraja incluso un viaje de Zelenski a EE.UU. esta misma semana.
La Casa Blanca insiste en que el nuevo documento refleja los «intereses nacionales» y las «exigencias estratégicas» de Ucrania. Sin embargo, Kiev no ha emitido aún ninguna declaración oficial de respaldo.
Europa reacciona: seguridad sí, sumisión no
Mientras tanto, los países europeos han endurecido su posición. Consideran inaceptable que se fuerce a Ucrania a aceptar una paz bajo condiciones que premian al agresor. Su contrapropuesta plantea una fórmula intermedia:
- Limitar la reducción del ejército ucraniano a un mínimo de 800 000 efectivos, en lugar de los 600 000 que proponía EE.UU.
- Mantener abiertas las negociaciones para el ingreso futuro en la OTAN.
- Fijar el estatus territorial según las líneas del frente actuales, y no según las pretensiones rusas.
El campo de batalla presiona las negociaciones
Rusia continúa su ofensiva militar, avanzando lentamente en zonas clave mientras intensifica los ataques contra infraestructuras críticas ucranianas. Millones de civiles en ciudades como Járkov han quedado sin agua, electricidad ni calefacción durante horas, a las puertas del invierno.
Simultáneamente, Ucrania enfrenta un serio escándalo de corrupción que salpica a miembros del gobierno de Zelenski, debilitando su legitimidad interna y afectando sus peticiones de ayuda internacional. El malestar ciudadano crece, y la presión para cerrar un acuerdo se multiplica.
¿Paz justa o claudicación diplomática?
Aunque la narrativa oficial habla de un “marco refinado”, la realidad es que se está negociando un equilibrio muy frágil entre cesiones, garantías y presión geopolítica. Las potencias occidentales intentan frenar el conflicto, pero no a cualquier precio: aceptar una paz que implique renuncias estructurales para Ucrania podría sembrar el terreno para futuras agresiones.
El conflicto ha transformado la arquitectura de seguridad europea. Y el desenlace de estas conversaciones puede definir si esa arquitectura se construye en función de la soberanía de las naciones libres o de la imposición del más fuerte.
¿Estamos ante un verdadero camino hacia la paz o ante una rendición diplomática camuflada? La respuesta puede marcar el destino de Ucrania y el equilibrio de poder en Europa durante décadas.
