El renovado impulso de Donald J. Trump para poner fin a la guerra en Ucrania ha desatado un profundo malestar en las principales capitales europeas. Lo que podría ser una salida negociada al conflicto, se percibe en Bruselas, Berlín o Varsovia como un acuerdo “desagradable”, que podría dejar impune a Rusia, debilitar a la OTAN y erosionar la seguridad colectiva del continente.

Europa teme quedar fuera del tablero
Los gobiernos europeos temen que el plan estadounidense, aunque revisado tras protestas de Kiev y ciertos aliados, siga incluyendo concesiones territoriales y restricciones militares para Ucrania. El borrador inicial —de 28 puntos— fue criticado por ser excesivamente prorruso y minimizar la integridad territorial ucraniana.
A esto se suma un hecho inquietante: ningún representante europeo estuvo presente en las conversaciones mantenidas recientemente entre Washington y Kiev en Florida. Y cuando el enviado especial de EE. UU., Steve Witkoff, viaje a Moscú para reunirse con Vladimir Putin, Europa seguirá ausente de la mesa.
Para muchos, este enfoque revela una lógica de “grandes potencias”, en la que Estados Unidos y Rusia negocian directamente el futuro del conflicto, mientras Europa —a pesar de ser la más afectada— se ve relegada al rol de espectador.
Acuerdo sin castigo para Rusia: ¿el peor escenario?
Europa teme un “borrón y cuenta nueva” en el que:
- Rusia conserve parte del territorio ucraniano ocupado.
- Ucrania sea obligada a renunciar a su entrada en la OTAN.
- Se reactive la cooperación económica entre EE. UU. y Rusia, debilitando el régimen de sanciones.
- Y lo más grave: que Moscú salga reforzado moral y estratégicamente del conflicto.
Estas preocupaciones no son menores. En palabras del ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, “ya no sabemos en qué alianzas podremos confiar ni cuáles serán duraderas”. La falta de liderazgo europeo en este proceso ha dejado al continente en una situación vulnerable.
El compromiso de Trump con la OTAN, bajo sospecha
Pese a que en junio Trump aseguró su compromiso con la cláusula de defensa mutua del Artículo 5 de la OTAN, lo hizo a cambio de que los europeos aumenten su gasto militar. No obstante, su historial crítico con la Alianza Atlántica, sumado a la ausencia del secretario de Estado, Marco Rubio, en la reunión de ministros de Exteriores de esta semana en Bruselas, solo aumenta el escepticismo en Europa.
Para colmo, según los servicios de inteligencia de varios países europeos, Rusia mantiene abierta la posibilidad de una guerra directa contra la OTAN antes de 2029. Declaraciones como la del ministro de Exteriores alemán, Johann Wadephul, advierten de un posible ataque ruso a un país aliado del este si la actual guerra concluye sin una respuesta firme.
¿Paz a cualquier precio?
Desde Bruselas, el analista Luuk van Middelaar alerta: “Se empieza a asumir que en algún momento habrá un acuerdo desagradable”. Es decir, un pacto de mínimos que detenga los combates, pero deje heridas abiertas, territorios ocupados y un enemigo fortalecido.
El secretario de Estado Marco Rubio ha intentado tranquilizar a los socios europeos prometiendo que tendrán un rol en la fase final de las negociaciones. Sin embargo, los diplomáticos europeos desconfían profundamente. Muchos temen que cualquier pacto sellado sin ellos socave no solo la soberanía de Ucrania, sino el equilibrio geopolítico que ha mantenido la paz en Europa durante décadas.
Conclusión: ¿Paz o rendición?
Si el acuerdo de Trump impone a Ucrania la cesión de territorios, la neutralidad militar y un debilitamiento estructural, el mensaje para futuros agresores será claro: la fuerza funciona. Y Europa, que ha pagado un alto precio en apoyo económico, militar y humanitario, podría quedar como el socio débil que no supo defender sus principios.
¿Está Europa dispuesta a aceptar una paz que siembra la semilla de la próxima guerra?



