Un año tras el derrocamiento de Bashar al‑Asad y el fin formal de su régimen, Siria sigue atrapada entre la esperanza de reconstrucción y el temor por un futuro lleno de incertidumbres. El relevo —con Ahmed al‑Shara al frente— promete reformas, pero las heridas del pasado y las fracturas sociales siguen latiendo con fuerza.

Destrucción, miedo y comunidades fracturadas
Las consecuencias de 13 años de guerra civil y décadas de autoritarismo aún pesan con crudeza. En ciudades como Harasta o Latakia, muchas familias viven entre escombros, sin servicios básicos como agua, electricidad o empleo. Un testigo alauita recuerda que tras la caída de Asad, sintió miedo por su familia: “Somos de la comunidad alauita… salir a la calle era un riesgo”.
Según defensores de derechos humanos, en las primeras semanas del cambio de régimen se registraron episodios violentos contra minorías: más de mil muertos, entre civiles alauitas, drusos, kurdos o cristianos, según datos aún en revisión. La comunidad internacional, incluida Naciones Unidas (ONU), denuncia que estas agresiones son “extendidas y sistemáticas”. Muchos consideran que podrían constituir crímenes contra la humanidad si no se investigan debidamente.
Minorías: miedo, desconfianza y marginación
Siria sigue siendo un mosaico étnico-religioso. El 70 % de la población es suní; además hay alauitas, kurdos, drusos, cristianos y otras minorías. Pero el pacto de convivencia se ha roto.
- Los alauitas, asociados con el régimen de Asad, han sufrido represalias: pérdida de empleos, exclusión, amenazas.
- Los kurdos, tras firmar un pacto para integrarse formalmente al Estado, se quejan de que no aparecen en las reformas constitucionales ni tienen representación real.
- Los drusos y otras minorías desplazadas viven en permanente incertidumbre, expuestas a violencia sectaria y a los bombardeos que aún se suceden en algunas regiones del sur.
Un periodista sirio lo resume así: “No hemos escuchado aún la palabra democracia, pluralismo o diversidad desde los nuevos gobernantes”.
Economía en ruinas y reconstrucción estancada
Más allá de la violencia intercomunitaria, la población sufre una crisis humanitaria profunda:
- El desempleo es masivo, especialmente entre quienes trabajaban para el régimen anterior.
- Los servicios públicos no funcionan con normalidad: agua, electricidad, acceso a medicinas, reconstrucción de viviendas.
- La pobreza afecta a la gran mayoría: según ONG internacionales, más del 80 % de la población vive bajo el umbral de la pobreza.
Uno de los retos fundamentales para al‑Shara es conseguir inversión externa y reconstrucción real. Hasta ahora, los progresos han sido mínimos.
¿Puede Al‑Shara reconstruir Siria sin justicia, reconciliación ni reformas reales?
El nuevo presidente sirio debe afrontar varios frentes complicados simultáneamente:
- Garantizar seguridad y justicia para todas las comunidades — sin venganza sectaria ni impunidad.
- Reconstrucción real, no solo física, sino social y económica; con vivienda, empleo, servicios básicos.
- Reconciliación nacional: restaurar la convivencia entre etnias y religiones tras décadas de división y guerra.
- Institucionalizar derechos y pluralismo: garantizar representatividad real de minorías en gobierno, parlamento y administración.
El reto es enorme. Pero sin cambios estructurales, muchos sirios sienten que el cambio de régimen podría quedar en una mera fachada.
Voces de miedo… y de esperanza
Entre quienes perdieron todo, la mayoría confiesa miedo: por su seguridad, por el futuro, por los hijos. “Este país vivía en los barrios, pero ahora los barrios están destruidos y nadie se acuerda de nosotros”, dice un refugiado.
Sin embargo, hay quienes aún sueñan con una Siria diferente. Un joven alauita, exfuncionario, afirma: “A pesar del dolor y la pérdida, sigo esperanzado. Si hay reconstrucción, respeto, seguridad y justicia, podemos reconstruir este país”.
Siria se encuentra ante una encrucijada histórica: reconstruirla no será solo levantar casas, sino reconstruir confianza, dignidad y convivencia. Pero eso solo será posible si la paz va acompañada de justicia y verdad.



