Dos de los cuatro autores del espectacular robo al museo del Louvre han sido capturados en Francia, pero el botín millonario —joyas históricas de Napoleón y la emperatriz Josefina— sigue sin aparecer. Las autoridades buscan aún a dos cómplices fugados y al presunto cerebro de la operación, mientras crecen las críticas por las fallas de seguridad en uno de los museos más importantes del mundo.
Robo millonario con sello profesional
El asalto, que ha sido calificado por la prensa francesa como el “robo del siglo”, se produjo a plena luz del día, en solo siete minutos. Los delincuentes, perfectamente organizados, utilizaron una plataforma elevadora montada sobre un camión para acceder a la Galería Apolo, donde destruyeron vitrinas blindadas con herramientas especializadas y escaparon en motocicletas.
Las piezas robadas —valoradas en 88 millones de euros— incluían joyas de incalculable valor histórico vinculadas al legado imperial francés. La ausencia de vigilancia eficaz y el evidente conocimiento técnico de los autores refuerzan la hipótesis de una planificación meticulosa, con posibles complicidades internas o inteligencia previa sobre los protocolos de seguridad.
Detenciones clave en Roissy y Seine-Saint-Denis
Según fuentes policiales, uno de los implicados fue arrestado la noche del sábado en el aeropuerto Charles-de-Gaulle, cuando se disponía a embarcar hacia Argelia. El otro fue detenido por la Policía Judicial en la conflictiva zona de Seine-Saint-Denis. Ambos enfrentan cargos por “robo en banda organizada” y “asociación de malhechores”.
Las detenciones fueron posibles gracias al análisis de huellas digitales, restos de herramientas y objetos abandonados en la huida, como un casco de motocicleta. Sin embargo, la operación ha sido ensombrecida por las quejas de la Fiscalía sobre la filtración precipitada del operativo, que podría comprometer el resto de la investigación.
Joyas aún desaparecidas: ¿fueron ya fundidas?
La gran pregunta sigue en el aire: ¿dónde están las joyas?. La policía teme que las piezas hayan sido desmontadas o fundidas para dificultar su trazabilidad. En ese caso, la posibilidad de recuperación se complica notablemente. Los análisis forenses continúan centrados en herramientas, el área del ascensor utilizado y otros indicios abandonados por los delincuentes.
Fuerte presión sobre el Louvre y el Gobierno francés
El caso ha desatado una tormenta política y cultural. La opinión pública y los expertos en patrimonio exigen explicaciones sobre cómo un robo de esta magnitud pudo ejecutarse en uno de los museos más protegidos del mundo. Se cuestionan los recortes de plantilla, los protocolos de vigilancia y la posible descoordinación institucional entre el museo y las fuerzas de seguridad.
Desde el Ministerio de Cultura francés se ha ordenado una auditoría interna urgente, mientras que el Louvre intenta contener los daños reputacionales tras este monumental golpe.
La investigación sigue abierta
La fiscal Laure Beccuau, en declaraciones públicas, ha lamentado la “divulgación precipitada” de la operación policial, advirtiendo que estas filtraciones pueden “perjudicar gravemente la eficacia de los cientos de investigadores movilizados”. Por el momento, se mantiene la confidencialidad sobre nuevas pistas o posibles capturas inminentes.
Reflexión final
El robo en el Louvre no solo es un ataque al patrimonio cultural de Francia, sino una demostración inquietante de cómo la criminalidad organizada puede vulnerar instituciones supuestamente invulnerables. Si las joyas han sido ya alteradas o fundidas, habremos perdido un legado histórico irreemplazable.
¿Estamos ante una brecha aislada o ante un sistema museístico global más vulnerable de lo que queremos admitir?
