Marta Pombo critica precios de vivienda en Madrid: ¿realidad o frivolidad?

El grito de una influencer ante el estallido del mercado inmobiliario

La influencer Marta Pombo, de 33 años, vuelve a estar en el ojo del huracán tras confesar su descontento por los elevados precios de la vivienda en Madrid. Desde su cuenta de Instagram, ha expresado que no puede permitirse la casa de sus sueños en la capital, generando un aluvión de críticas por parte de los usuarios que la acusan de frivolizar sobre un asunto tan grave como el acceso a la vivienda.

Una búsqueda complicada en un entorno hostil

Pombo, que vive de alquiler en Madrid y ya es propietaria de una amplia vivienda en Cantabria, se encuentra en la búsqueda de una casa con jardín en el centro de la ciudad, algo que se ha vuelto prácticamente inalcanzable. «Madrid está impagable«, declaró, comparando los precios actuales con los de hace un par de años, cuando era posible adquirir propiedades similares por precios mucho más accesibles.

El dinero que necesita para su sueño parece estar lejos, lo que despierta la indignación en una audiencia que recuerda que muchos ciudadanos luchan por encontrar viviendas simples a precios razonables. Con salarios estancados y una inflación que ataca el poder adquisitivo, las palabras de Pombo son vistas como un reflejo de la desconexión de la élite respecto a la realidad de la mayoría.

¿Realidad personal o desconexión social?

La polémica ha estallado con comentarios críticos como el de la expresentadora Nuria Marín, quien se pregunta hasta qué punto es apropiado que una patrocinadora de la alta sociedad se queje de no poder comprar una casa de lujo mientras otros no tienen acceso a lo básico. Marta intenta justificar su posición diciendo que simplemente describe su experiencia, pero la percepción pública la retrata inmersa en una burbuja de privilegio.

Los seguidores de Pombo están divididos. Muchos dedican su apoyo a la influencer, pero la vasta mayoría recuerda la realidad que enfrenta una gran parte de la población española, condenada a alquileres absurdos y a la búsqueda de un techo digno. La pregunta persiste: ¿Es un problema de Marta o reflejo de un sistema que falla?