En el gris y aislado Madrid de los años 60, un grupo de intelectuales, científicos y aficionados al misterio comenzó a recibir una correspondencia que cambiaría sus vidas. No eran cartas comunes, sino informes detallados procedentes de un planeta llamado Ummo. Así nació una de las conspiraciones más sofisticadas y duraderas de la historia, un engaño de origen español cuya influencia llega hasta nuestros días.
Todo comenzó con una llamada telefónica en 1966 a Fernando Sesma, un funcionario y conocido tertuliano de temas esotéricos. Una voz anónima le informó que entraría en contacto con seres de otro mundo. Poco después, llegaron las primeras cartas. Estaban escritas a máquina con una precisión impecable, repletas de conceptos científicos avanzados sobre física, cosmología y biología, y selladas con un símbolo distintivo: un círculo con una cruz en su interior (⊕).
Los autores se presentaban como los «ummitas», exploradores del planeta Ummo, que orbita la estrella Wolf 424. Afirmaban haber llegado a la Tierra en 1950 y estar estudiando nuestra civilización en secreto. Sus informes, enviados a un selecto grupo de receptores, eran deliberadamente complejos y seductores. No hablaban de paz y amor, sino de termodinámica, redes neuronales y estructuras sociales, creando la ilusión de una inteligencia superior.
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La conspiración alcanzó su punto álgido en 1967. Los ummitas anunciaron en una de sus cartas que una de sus naves sería visible en los cielos de Madrid. El 1 de junio, varios testigos afirmaron haber visto y fotografiado un platillo volante con el símbolo de Ummo en su parte inferior sobre el barrio de Aluche. Las fotos se publicaron en la prensa y el caso se convirtió en una leyenda internacional. Para los creyentes, era la prueba definitiva.
Pero la verdad era mucho más terrenal y retorcida. Décadas después, en los años 90, el psicólogo José Luis Jordán Peña, uno de los miembros más activos del círculo de creyentes, confesó ser el cerebro detrás de todo. No había ummitas ni naves de Wolf 424. Jordán Peña había ideado el caso Ummo como un gigantesco experimento social. Quería estudiar la creación de un mito, analizar la credulidad humana y ver cómo una «secta» podía formarse en torno a una idea, por muy descabellada que fuera. Él mismo había escrito las cartas, inventado la jerga científica y, según su confesión, falsificado las famosas fotografías del OVNI de Aluche.
A pesar de la confesión, el legado de Ummo perdura. Algunos seguidores se niegan a aceptar que fue un engaño, argumentando que Jordán Peña fue obligado a confesar para desacreditar la verdad. Ummo es más que una simple historia de extraterrestres; es un fascinante precursor de las «fake news» y la desinformación viral. Un recordatorio de que, a veces, la conspiración más increíble no viene de las estrellas, sino de la mente humana.
