Brasil vira hacia Pekín y la Casa Blanca responde con la mayor ofensiva arancelaria de su historia reciente. Luiz Inácio Lula da Silva apuesta por la “China Primero” y pone en riesgo la relación con su segundo socio comercial. ¿Hasta dónde llegará el pulso?
EE.UU. sube la apuesta
El 30 de julio de 2025, Donald Trump firmó una orden ejecutiva que impone un arancel del 50 % a la mayoría de las exportaciones brasileñas—en vigor desde el 6 de agosto—aunque deja fuera sectores clave como aeronaves civiles, fertilizantes y energía. La medida, presentada como defensa de la “seguridad nacional”, marca un giro radical frente a Brasilia.
Por qué Lula abraza a Pekín
El 13 de mayo, Lula selló en Pekín su tercer encuentro con Xi Jinping desde 2023, exhibiendo una sintonía que trasciende lo comercial: apoyo a los BRICS para desdolarizar el comercio y propuesta de un cable submarino exclusivo del bloque. Además, Brasil respalda la expansión china en Sudamérica financiando corredores logísticos vinculados al Puerto de Chancay en Perú.
El riesgo económico para Brasil
Estados Unidos compró más de 35 000 millones de dólares en bienes brasileños el último año, desde aviones hasta zumo de naranja. Ahora, miles de empleos en el cinturón agrícola y manufacturero tienen los días contados; productores de cítricos y café ya denuncian precios hundidos y pedidos cancelados. Al mismo tiempo, China absorbe cerca del 70 % de la soja brasileña y más de la mitad de su pollo—dependencia que otorga a Pekín un poder de represalia sin precedentes.
Milei muestra la alternativa
Mientras Lula se alinea políticamente con Xi, Javier Milei demuestra que es posible vender más a China sin entregar la soberanía: ha renovado acuerdos con Pekín pero, en paralelo, negocia un tratado de libre comercio con Estados Unidos y consolida lazos con Europa. Un contrapeso que contrasta con la diplomacia de bandos elegida por Brasil.
La advertencia Magnitsky y el factor judicial
La sanción de la Ley Global Magnitsky contra el juez Alexandre de Moraes por “abusos de derechos humanos” refuerza la línea roja estadounidense: Washington no tolerará que su aliado regional derive hacia un autoritarismo respaldado por China, Rusia e Irán. El mensaje es inequívoco: las consecuencias irán más allá del comercio.
¿Soberanía o vasallaje?
Lula proclama “defender la soberanía”, pero su estrategia coloca a Brasil en una trampa de dependencia: sanciones en el norte y chantaje comercial en el este. Con el país camino al aislamiento, la pregunta que se impone es clara: ¿protege Lula los intereses nacionales o cede la llave de Brasilia a Xi Jinping?