
Tragedia en Atenas: El desastre de Karaiskakis que marcó a Olympiacos
Un recuerdo imborrable que cuestiona la gestión en seguridad deportiva
El 8 de febrero de 1981, el club griego Olympiacos vivió uno de los episodios más oscuros de su historia cuando una avalancha humana en el estadio Georgios Karaiskakis causó 21 víctimas mortales, incluyendo tres menores de edad, y 55 heridos. La tragedia ocurrió tras un partido ante el AEK, que terminó con un contundente 6-0 a favor de Olympiacos, lo que desató la euforia de los aficionados.
¿Negligencia o fatalidad? Los detalles que generan polémica
El desastre se originó cuando miles de aficionados se desplazaban desde la puerta 7 a la puerta 1 para recibir a los jugadores. Un resbalón colectivo, sumado a una puerta que debía estar abierta pero que según testimonios estaba cerrada o entreabierta, provocó el caos y la estampida mortal. Este hecho pone en cuestión la responsabilidad de las autoridades griegas y del club en cuanto a la seguridad en infraestructuras deportivas, una negligencia imposible de justificar.
Una cicatriz que trasciende el deporte y divide a Atenas
Desde entonces, la puerta 7 y la ciudad de Atenas mantienen viva la memoria de la tragedia con murales y pintadas del número 7 en rojo, homenaje a las víctimas y símbolo de un dolor colectivo que aún conmueve a la sociedad. Sin embargo, este suceso también pone de manifiesto la indefensión frente a la mala gestión estatal y el incumplimiento de protocolos básicos que deberían garantizar la seguridad en eventos multitudinarios.
El amargo legado y la lección pendiente para España y Europa
Aquí no podemos cerrar los ojos: casos como el ‘desastre de Karaiskakis’ deben servir de advertencia para evitar que intereses políticos y negligencias vuelvan a costar vidas. La seguridad en los estadios, tan despreciada en muchos países, debe ser una prioridad absoluta; sobre todo en tiempos de creciente violencia yihadista y radicalización que afectan a eventos deportivos internacionales. La historia de Olympiacos es un recordatorio doloroso que no podemos permitir que se repita ni en Atenas ni en ninguna ciudad europea.



