En 2015, Pedro Sánchez criticaba duramente la inacción de Mariano Rajoy ante crisis nacionales. Hoy, diez años después, es él quien permanece de vacaciones en el lujoso Palacio de La Mareta, en Lanzarote, mientras España arde en una de las peores temporadas de incendios de la última década. La pregunta que muchos se hacen es evidente: ¿Cuántas hectáreas quemadas o cuántas vidas perdidas hacen falta para que abandone su retiro veraniego y actúe?
Vacaciones en La Mareta mientras el país arde
Sánchez llegó al complejo de La Mareta el 2 de agosto y desde entonces no ha pisado las zonas afectadas por los incendios. Su actividad pública se ha limitado a una videollamada para tratar el conflicto en Ucrania y algunos mensajes en redes sociales, sin un compromiso directo con la tragedia que viven miles de españoles.
Mientras tanto, el fuego ya ha calcinado más de 157 000 hectáreas en lo que va de año, afectando gravemente a comunidades como Galicia, Castilla y León, Extremadura y Andalucía.
El coste y el contraste
El coste de estas vacaciones para las arcas públicas asciende a cifras que indignan: solo en dos semanas, su estancia en Canarias ha supuesto alrededor de 28 000 euros, en un momento de presión fiscal récord para los ciudadanos.
En contraste, el Rey Felipe VI ha mantenido contacto directo con los presidentes autonómicos de las regiones más afectadas, transmitiendo apoyo y seguimiento de la situación.
Críticas políticas y exigencia de acción
El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, ha calificado el momento como una “crisis nacional” y ha reclamado el despliegue del Ejército para combatir las llamas. Por otro lado, ministros del propio Gobierno han entrado en una guerra de reproches con dirigentes autonómicos, cuestionando su implicación en la emergencia.
¿Liderazgo ausente o cálculo político?
En plena catástrofe, la imagen del presidente descansando bajo el sol canario se ha convertido en símbolo de desconexión. La gestión de esta crisis no solo se mide por los recursos movilizados, sino por la presencia y liderazgo en el terreno.
España necesita un presidente al frente, no un espectador en bañador mientras el país arde.



