El presidente Pedro Sánchez ha ordenado cerrar parte del espacio marítimo de Lanzarote hasta el 31 de agosto para proteger sus vacaciones en la residencia oficial de La Mareta, utilizada como si fuera de uso privado. La restricción afecta a vecinos, turistas y navegantes de la isla.

Sánchez convierte La Mareta en un espacio blindado
La residencia oficial de La Mareta, en Lanzarote, se ha transformado en el refugio vacacional blindado de Pedro Sánchez y su esposa, Begoña Gómez, actualmente imputada en los tribunales. Para garantizar su descanso, el Gobierno ha emitido una orden de exclusión temporal de navegación en aguas cercanas a la isla, lo que en la práctica significa cerrar al público una zona marítima que pertenece a todos los españoles.
La medida fue anunciada el pasado 4 de agosto por Salvamento Marítimo, prohibiendo la circulación de embarcaciones hasta el 31 de agosto en los alrededores de la residencia presidencial.
Seguridad a costa de los ciudadanos
El despliegue de seguridad incluye a 40 agentes de Guardia Civil y Policía Nacional, además de un equipo de buzos especializados encargados de vigilar las rocas y el fondo marino en el perímetro cerrado.
Lo llamativo es que, según denuncian fuentes de seguridad, los agentes deben adelantar dinero de su bolsillo para costear la manutención durante el operativo, lo que pone en evidencia el desajuste entre el lujo presidencial y las condiciones de quienes garantizan su seguridad.

Vacaciones interrumpidas… y reanudadas
Tras varios días en La Mareta, Sánchez se vio obligado a interrumpir brevemente sus vacaciones por los graves incendios que asolan España, pero ya ha regresado a la isla para seguir disfrutando de su descanso.
Según fuentes cercanas a Moncloa, el presidente planea aprovechar al máximo los días restantes en Lanzarote y mantener reuniones privadas en la residencia oficial con figuras políticas como José Luis Rodríguez Zapatero, Salvador Illa y Fernando Grande-Marlaska.
El contraste con la crisis nacional
Mientras miles de españoles afrontan una crisis marcada por incendios devastadores, inflación y corrupción política, Sánchez disfruta de un enclave reservado, con el mar cerrado a los ciudadanos y bajo un operativo de seguridad desproporcionado.
Para muchos, este episodio confirma la imagen de un presidente cada vez más alejado de la realidad social, refugiado en privilegios mientras el país enfrenta múltiples emergencias.