Una visita tardía tras una semana de devastación
Pedro Sánchez ha reaparecido este sábado desde su residencia vacacional en el palacio de La Mareta, en Lanzarote, para atender —a distancia— la crisis de incendios que asola buena parte de España. El presidente del Gobierno, acompañado de Salvador Illa y José Luis Rodríguez Zapatero durante sus días de descanso, presidió por videoconferencia la reunión del Comité Estatal de Coordinación y Dirección del Plan Estatal de Emergencias (CECOD).
El Ejecutivo confirmó que este domingo Sánchez viajará a Orense y León para visitar las zonas más castigadas por el fuego, donde se reunirá con los responsables de los dispositivos de emergencias y ofrecerá una declaración pública desde un Puesto de Mando Avanzado. Además, adelantó que a lo largo de la próxima semana recorrerá otras comunidades afectadas.
Una respuesta criticada por su tardanza
La aparición del presidente llega tras una semana de críticas a la gestión del Gobierno. Mientras el fuego arrasaba miles de hectáreas en Galicia, Castilla y León y Extremadura, los mensajes de algunos ministros —como Óscar Puente, con comentarios frívolos, o Sara Aagesen, con el polémico “si quieren ayuda, que la pidan”— generaron indignación entre los gobiernos autonómicos afectados, todos ellos bajo administración del Partido Popular.
El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, también insistió en que la intervención estatal dependía de solicitudes concretas de las autonomías. Ahora, con la visita anunciada, Moncloa busca dar una imagen de control y proximidad, aunque para muchos llega demasiado tarde.
El despliegue de otros miembros del Gobierno
Mientras Sánchez prepara su agenda de visitas, la ministra de Defensa, Margarita Robles, estuvo este sábado con la Unidad Militar de Emergencias (UME) desplegada en Galicia y Castilla y León. También la vicepresidenta tercera, Sara Aagesen, visitó a los efectivos de la brigada forestal (BRIF) en Cáceres, que trabajan en labores de extinción en Extremadura y otras regiones.
La devastación por los incendios, sumada a la tensión política, ha convertido esta emergencia en una prueba de fuego no solo para los equipos de extinción, sino también para la credibilidad del Gobierno.
