Pedro Sánchez aprovecha la Fiesta de la Rosa del PSC para marcar perfil progresista en Europa, confrontar con la derecha española y afianzar su supuesto liderazgo nacional.

El presidente del Gobierno vuelve a utilizar un mitin del PSC para polarizar y resucitar viejos fantasmas de la historia reciente, mientras ignora los escándalos de su legislatura y se presenta como guía moral de Europa.
Un mitin para la galería internacional
Durante la Fiesta de la Rosa del PSC en Gavà (Barcelona), Pedro Sánchez se envolvió en el discurso de la superioridad moral progresista. Según el presidente, su Gobierno es ahora “el faro del progresismo europeo”, en una afirmación que mezcla la propaganda con el complejo de mesías.
Ante más de 15 000 asistentes, Sánchez esquivó cualquier autocrítica sobre su gestión o los escándalos que le rodean, y centró su discurso en atacar a la oposición, personalizando el Partido Popular en tres nombres: “Aznar, Ayuso y Abascal”, a quienes agrupó como “la misma antipolítica”.
Ataques a Aznar y la memoria del 11M
El tono más agresivo lo reservó para el expresidente José María Aznar, a quien acusó de haber apoyado la guerra de Irak y exigió que “pida disculpas por los atentados del 11 de marzo de 2004”, vinculando sin pruebas dos hechos históricos gravísimos en un intento por reescribir la narrativa nacional desde la tribuna del PSC.
La mención provocó abucheos por parte del público. Para Sánchez, Aznar es “ese hombre que veía armas de destrucción masiva donde no existían y que no ve la barbarie de Netanyahu en Gaza”.
Palestina como cortina de humo
El presidente abrió su intervención con referencias al conflicto de Gaza, defendiendo su posición como “valiente”, y acusando a la oposición de no condenar el “genocidio de Netanyahu”, al mismo tiempo que decía condenar a Hamás.
Críticos señalan que Sánchez estaría utilizando el conflicto de Oriente Medio como cortina de humo para desviar la atención de la corrupción, la amnistía a los golpistas y los problemas internos de su Gobierno, especialmente tras la caída de medidas clave como la jornada laboral de Sumar.
Eludir a Feijóo, atacar a Ayuso
Llamativamente, el presidente evitó mencionar a Alberto Núñez Feijóo, líder del PP, y centró sus ataques en Isabel Díaz Ayuso, a quien acusó de “regalar el dinero público a los ricos” a través de beneficios fiscales en la Comunidad de Madrid. Un discurso que vuelve a enfrentar los modelos de gestión sin aportar soluciones reales.
También criticó a Santiago Abascal, a quien incluyó en su bloque de “antipolítica”, en una estrategia clara de agitar a su base electoral radicalizada.
Clima, empleo y financiación: promesas sin concreción
Sánchez dedicó algunos minutos a repasar su agenda política, incluyendo el estancado Pacto de Estado por la Emergencia Climática, y defendió los datos de empleo. Sobre la reducción de la jornada laboral, solo reconoció que “aún no la hemos podido aprobar”, culpando a PP y Vox de bloquearla.
También abordó la financiación autonómica, defendiendo que “no es un juego entre gobiernos”, sino parte del “estado de bienestar”, en otro intento por blanquear sus pactos con separatistas y contentar al PSC.
Illa, el escudero catalán
El presidente de la Generalitat, Salvador Illa, intervino para reforzar la figura de Sánchez, asegurando que “ha unido Cataluña y España” y calificando su liderazgo como “protector y esperanzador”. Una visión que choca con la realidad de la calle, donde persiste la desafección y el descontento tras años de concesiones al independentismo.
Cierre: ¿una nueva campaña de victimismo ideológico?
Pedro Sánchez ha inaugurado el curso político buscando construir un relato épico en medio de una legislatura desgastada. Sin asumir responsabilidades ni ofrecer respuestas concretas, vuelve a levantar fantasmas del pasado para movilizar a su electorado más fiel.
¿Se trata de un ejercicio de liderazgo o de una estrategia de distracción ante la falta de gestión y el desgaste institucional?