Una investigación genética sobre casi 380 000 adultos concluye que quienes duermen siesta habitualmente tienen un volumen cerebral total más grande, lo que podría ralentizar el proceso natural de deterioro cognitivo ligado a la edad.
Una costumbre mediterránea que gana respaldo científico
En un estudio publicado en Sleep Health y liderado por el University College de Londres junto con la Universidad de la República de Uruguay, los investigadores encontraron que dormir siesta con frecuencia está asociado a un volumen cerebral total mayor en 15,8 cm³. Esta diferencia equivale a entre 2,6 y 6,5 años menos de envejecimiento cerebral, según los autores.
Los resultados, obtenidos mediante la técnica de aleatorización mendeliana, descartaron la posibilidad de que otras variables confundieran la relación entre siesta y salud cerebral. Este hallazgo podría reivindicar un hábito muy extendido en España y en culturas tradicionales que hoy es visto con desdén en el entorno laboral globalizado.
El estudio: datos de casi 380 000 personas
Utilizando información de 378 932 participantes del Biobanco del Reino Unido, los científicos evaluaron el comportamiento genético asociado al sueño diurno y su relación con dos marcadores neurológicos: el volumen cerebral total y el del hipocampo, zona vinculada a la memoria.
Los resultados mostraron una relación positiva clara entre la frecuencia de la siesta y un mayor volumen total del cerebro, pero no hallaron asociaciones con la memoria visual ni el tiempo de reacción, ni con el tamaño del hipocampo.
La «siesta antiage»: una protección contra la neurodegeneración
El volumen cerebral disminuye naturalmente con la edad, comenzando a partir de los 35 años (0,2% anual) y acelerándose después de los 60 años (hasta 0,5% por año). El hallazgo de un volumen cerebral un 1,3% superior entre quienes duermen siesta habitualmente representa un retraso considerable del envejecimiento cerebral.
La siesta podría actuar como un factor neuroprotector, ayudando a compensar los efectos del mal descanso nocturno y a reducir el riesgo de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, aunque esto último aún debe comprobarse en futuros estudios.
Críticas al modelo laboral que penaliza el descanso
Este hallazgo también pone en tela de juicio la cultura del «rendimiento continuo» que margina hábitos de descanso como la siesta. En países como España, donde esta práctica ha sido tradicional, se la ha ido abandonando por presiones productivistas que ahora podrían demostrarse contraproducentes.
«Dormir no es perder el tiempo. La siesta puede ser una forma de mantener el cerebro joven», afirmó la doctora Valentina Paz, investigadora uruguaya que lideró el trabajo junto a colegas de Reino Unido y EE. UU.
Implicaciones y límites del estudio
Aunque la relación entre siesta y volumen cerebral parece causal, no se observaron efectos directos en el rendimiento cognitivo inmediato, lo que sugiere que el beneficio es estructural y a largo plazo.
Los autores también señalan que los efectos positivos se vinculan sobre todo a siestas cortas (10-30 minutos), preferentemente en las primeras horas de la tarde. Dormir siestas más largas o a deshora podría tener efectos contrarios.
La ciencia da un guiño a una costumbre española
En una sociedad obsesionada con suplementos, apps y soluciones artificiales, este estudio ofrece una alternativa natural, gratuita y ancestral para cuidar la salud cerebral: la siesta.
Un gesto simple que podría sumar a una longevidad con mayor calidad mental. ¿La medicina del futuro? Tal vez estaba ya en la almohada de nuestros abuelos.



