La pesadilla no cesa en Ucrania. Por segunda noche consecutiva, la capital Kyiv ha sido blanco de un brutal asalto aéreo por parte del régimen de Vladimir Putin. Misiles de crucero y drones suicidas sembraron el caos durante la madrugada del jueves, dejando al menos dos muertos, más de una decena de heridos y una ciudad paralizada por el miedo y el humo de los incendios provocados por los bombardeos rusos.
Las imágenes, captadas por distintos medios, muestran explosiones masivas iluminando la noche y reduciendo a escombros edificios residenciales, almacenes y oficinas. La administración militar de Kyiv instó a la población a mantenerse en refugios antiaéreos y evitar las ventanas. “La propiedad se puede restaurar, pero la vida humana no”, sentenció Tymur Tkachenko, jefe de la administración militar local.
Un régimen que desafía al derecho internacional
Este nuevo ataque ocurre apenas horas después de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos determinara que Rusia ha cometido violaciones sistemáticas del derecho internacional desde 2022, y responsabilizara directamente al Kremlin por el derribo del vuelo MH17 en 2014. Moscú, como siempre, lo niega todo.
¿Dónde está la paz?
Mientras Kyiv arde, las negociaciones diplomáticas siguen empantanadas. El presidente ucraniano Volodymyr Zelensky reconoció que todos los intentos de alto el fuego han sido rechazados por Moscú. La diplomacia, parece, ya no es suficiente para contener a Putin.
Trump cambia el tono y exige firmeza
Desde Washington, el presidente Donald Trump endureció su discurso: “Putin nos tira un montón de tonterías”, afirmó en una reunión de gabinete, dejando claro que ya no hay espacio para ambigüedades. Su administración anunció que enviará más armamento defensivo a Ucrania, marcando un giro firme en la política exterior estadounidense.
El Kremlin, en respuesta, trató de minimizar las declaraciones de Trump. Sin embargo, la reunión entre Marco Rubio, secretario de Estado, y el canciller ruso Sergey Lavrov, prevista para este jueves en la cumbre de la ASEAN, será clave para medir si aún queda espacio para el diálogo o si el mundo se encamina a un conflicto aún más profundo.



