Tras ser excluida del Festival de la Canción de Eurovisión debido a su invasión de Ucrania en 2022, Rusia ha encontrado una nueva plataforma para sus músicos: el concurso Intervisión, un certamen soviético revivido por el Kremlin y que busca proyectar una imagen cultural propia ante el mundo. Entre los participantes se encuentra Estados Unidos, un inesperado invitado que ha sorprendido a la audiencia internacional.
El Live Arena de Moscú acoge esta semana a artistas de 23 países, incluidos cuatro latinoamericanos —Cuba, Venezuela, Colombia y Brasil— y representantes de naciones que anteriormente participaron en Eurovisión, como Azerbaiyán y Serbia. El objetivo declarado por el ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, es fortalecer los “lazos culturales y el entendimiento mutuo” entre las naciones participantes.
Intervisión, que tuvo ediciones entre 1965 y 1968 y entre 1977 y 1980, fue concebida originalmente como una alternativa socialista a Eurovisión. Su regreso viene acompañado de estrictas normas: se prohíben letras políticas, mensajes que puedan “humillar la dignidad de una sociedad” y se promueve el respeto por los valores tradicionales, familiares y espirituales.
Entre los artistas más destacados figura Shaman, el cantante ultranacionalista que alcanzó notoriedad tras la invasión de Ucrania y que incluso compartió escenario con Vladimir Putin en 2022. Su participación simboliza la visión de la música como instrumento de propaganda y reafirmación de la identidad nacional rusa.
La presencia de Estados Unidos ha causado sorpresa. Inicialmente se esperaba que el cantante Brandon Howard representara al país, pero su participación se canceló por “circunstancias familiares imprevistas”. Finalmente, una artista australiana nacionalizada recientemente asumirá el papel, aunque su historial en defensa de los derechos LGBTQ+ parece haberse omitido de manera estratégica en los medios rusos.
El público ruso muestra opiniones divididas: algunos aplauden la iniciativa del presidente Vladimir Putin, mientras que otros prefieren seguir Eurovisión o ni siquiera ver competencias musicales que consideran impregnadas de ideología estatal. “Deberían llamarlo Putin-Visión”, bromea una vecina de Moscú, mientras otros planean ver las actuaciones desde casa o incluso viajar al extranjero para escapar de la influencia estatal.
Con esta resurrección de Intervisión, Rusia busca recuperar visibilidad cultural en el escenario internacional, aunque lejos del glamour y la diversidad que caracterizan a Eurovisión.