La Unión Europea impulsa una agenda militar sin precedentes, con movilizaciones millonarias para reforzar su poder bélico. ¿Avance hacia la soberanía o una nueva forma de imposición geopolítica bajo el disfraz de la defensa?
Europa se rearma: cifras que preocupan
La UE ha presentado el ambicioso plan “Readiness 2030”, que promete movilizar hasta 800 000 millones de euros en apenas cuatro años. Entre los objetivos: consolidar la industria armamentística europea, reforzar capacidades estratégicas como defensa aérea, misiles, drones y movilidad militar.
A ello se suma un fondo específico de 150 000 millones de euros para tecnologías clave, más 1 500 millones asignados a producción industrial hasta 2027, y 3 000 millones en préstamos para infraestructuras militares.
El gasto en defensa en la UE ya alcanzó en 2024 los 326 000 millones de euros, equivalente al 1,9 % del PIB europeo, con un crecimiento vertiginoso desde 2021.
Fábricas de guerra: Europa entra en modo producción
Las principales industrias de defensa europeas han triplicado la producción de munición y proyectiles de artillería, superando el millón de unidades anuales. Los fondos públicos han financiado este salto bajo programas como ASAP, generando un entorno industrial que ya opera en lógica de economía de guerra.
Brechas políticas y tensiones internas
No todos los países están de acuerdo. Mientras Francia, Alemania y Polonia apuestan por una integración militar profunda, otros como España o Italia exigen cautela. La falta de coordinación, liderazgo centralizado y un marco común eficaz podría fracturar la unidad europea desde dentro.
El Tribunal de Cuentas de la UE ha advertido de fallos estructurales, burocracia excesiva y poca transparencia en el uso de fondos militares.
¿Autonomía o dependencia de la OTAN?
Aunque este rearme se presenta como un paso hacia la autonomía europea, la realidad es que la dependencia estratégica de EE. UU. y la OTAN sigue intacta. La interoperabilidad entre ejércitos europeos es limitada, y la UE actúa más como complemento militar atlántico que como bloque independiente.
Los expertos alertan sobre una “Unión de costos” sin estructura real de defensa, donde cada país gasta sin una lógica común, debilitando el proyecto de soberanía militar.
¿Y los ciudadanos?
Según datos recientes del Eurobarómetro, solo el 23 % de los ciudadanos europeos apoyan un aumento en el gasto militar. La defensa está en el séptimo lugar de sus prioridades, por detrás de sanidad, educación o energía.
La militarización no parece contar con un respaldo popular claro, lo que cuestiona la legitimidad de este megaplan armado.
Reflexión final
Una defensa europea fuerte puede ser legítima frente a amenazas reales. Pero el riesgo de caer en una militarización burocrática sin control ciudadano es altísimo.
¿Quién supervisará estos presupuestos? ¿Quién decide los objetivos estratégicos?
¿Queremos una Europa que proteja… o una Europa que imponga?
Los ciudadanos deben mantenerse vigilantes: una política de defensa sin control democrático puede convertirse en una política de invasión encubierta. Porque cuando el poder militar crece sin freno, lo siguiente que se pierde es la soberanía de las propias naciones.



