Un reciente estudio del British Medical Journal concluye que consumir patatas fritas tres veces por semana incrementa notablemente el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2. En cambio, las patatas hervidas o al horno apenas tienen impacto negativo, lo que demuestra que no sólo importa qué comemos, sino cómo lo cocinamos.

Comer patatas fritas con frecuencia dispara el riesgo de diabetes
Consumir patatas fritas de forma habitual puede parecer inofensivo, pero un nuevo estudio ha revelado que hacerlo tres veces por semana eleva el riesgo de diabetes tipo 2 en un 20 %. Si se alcanza la cifra de siete raciones semanales, ese riesgo se dispara hasta un 27 %. La investigación, publicada en la prestigiosa revista científica The BMJ, fue realizada por expertos de la Universidad de Harvard, tras analizar los hábitos alimenticios de más de 205 000 personas durante casi cuatro décadas.
En contraste, los datos muestran que quienes consumían patatas cocidas, hervidas o en puré no presentaban un riesgo significativamente mayor de desarrollar la enfermedad. La diferencia radica en el método de cocción, que influye de forma determinante en la respuesta metabólica del cuerpo.
La fritura: el verdadero problema
El estudio apunta a que las patatas en sí no son el enemigo. Este alimento contiene fibra, vitamina C y potasio, nutrientes esenciales para la salud. El problema está en su alto contenido de almidón, que al freírse en aceites industriales se transforma en una bomba calórica y glucémica.
Además, al freírlas, las patatas pierden parte de sus nutrientes y ganan compuestos proinflamatorios, que afectan negativamente a la sensibilidad a la insulina. Este fenómeno contribuye a la aparición de enfermedades como la diabetes tipo 2, la hipertensión y el aumento de peso.
Las alternativas más saludables
Expertos independientes, como el endocrinólogo Cristóbal Morales, insisten en que la solución no es eliminar las patatas de la dieta, sino cambiar la forma de prepararlas. Hervidas, asadas o al vapor son opciones mucho más saludables.
Asimismo, el estudio reveló que al sustituir las patatas —especialmente las fritas— por cereales integrales, el riesgo de diabetes se reduce significativamente. Esto demuestra que no sólo importa lo que añadimos a la dieta, sino lo que dejamos de comer al hacerlo.
Estilo de vida y factores asociados
Otro hallazgo del estudio fue que las personas que consumen muchas patatas fritas tienden a llevar estilos de vida menos saludables: realizan menos actividad física, consumen más carnes procesadas, bebidas azucaradas y tienen dietas más calóricas y desequilibradas.
Aunque se ajustaron los resultados para tener en cuenta estos factores, los científicos reconocen que puede existir cierta limitación metodológica, dado que el estudio es observacional y no puede demostrar causalidad directa. Sin embargo, la relación estadística es consistente y sólida.
Conclusión: cocinar sano importa
Este nuevo estudio subraya una verdad fundamental de la nutrición: no sólo importa qué comemos, sino cómo lo cocinamos y con qué lo acompañamos. Las patatas fritas, omnipresentes en la dieta moderna, se han convertido en un símbolo de la comida ultraprocesada y de sus consecuencias para la salud.
Reducir su consumo y optar por alternativas más sanas no requiere sacrificios extremos. Basta con moderar la frecuencia y cambiar el método de preparación. Y es que, como advierten los expertos, prevenir la diabetes tipo 2 empieza en el plato.



