En su 50.º aniversario diplomático, UE y China se reúnen en Pekín en un momento de máxima tensión: desequilibrio comercial, apoyo chino a Rusia y freno en las expectativas de acuerdos estructurales.
Una cumbre que expone grietas
La reunión entre Xi Jinping, Ursula von der Leyen y António Costa ha sido todo menos conmemorativa. Lo que debía ser una celebración de medio siglo de relaciones, se ha convertido en una cumbre tensa, marcada por un déficit comercial de más de 300 000 millones de euros, la presión europea sobre el alineamiento de China con Rusia y la desconfianza mutua.
Von der Leyen calificó las relaciones con China como un «punto de inflexión«, criticando abiertamente la falta de equilibrio económico, las barreras de entrada para empresas europeas y el uso estratégico que Pekín hace de sus recursos, como las tierras raras.
Comercio, tensión y guerra
La UE acusa a China de fomentar la sobreproducción subvencionada, especialmente en sectores como los vehículos eléctricos, lo que distorsiona el mercado europeo. Bruselas también exige que China presione a Putin para frenar la guerra en Ucrania, algo que Xi Jinping se niega a hacer de forma contundente.
Por su parte, Pekín acusa a Europa de actuar como brazo de Washington y de imponer una agenda hostil que amenaza su soberanía económica. La cumbre ha quedado reducida a un solo día, señal de que las diferencias no solo existen, sino que se agravan.
Reflexión desde «Zero Censura»
El gran error de Europa ha sido confiar en una relación simétrica con un país que ni comparte sus valores ni su visión del mundo. La dependencia europea de productos críticos y manufactura china se convierte, cada vez más, en una vulnerabilidad estratégica.
La UE necesita más que diplomacia: necesita reindustrialización, proteccionismo inteligente y alianzas reales. De lo contrario, seguirá atrapada entre la presión de Washington y la trampa comercial de Pekín.
Ahora bien, Europa debe abrir los ojos. La relación con China no puede basarse en ingenuidad ni en viejas reglas. La geopolítica ha cambiado, y sólo una postura firme permitirá defender los intereses europeos frente a un Pekín cada vez más ambicioso y alineado con regímenes autoritarios.