miércoles, octubre 1, 2025
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La Tierra es Plana: Crónica de una Conspiración que se Niega a Morir en la Era de los Satélites

En un mundo donde la imagen de nuestro globo azul desde el espacio es un icono cultural, y un GPS nos guía por las calles, una idea de la antigüedad ha resurgido con una fuerza impensable: la Tierra es plana. Lejos de ser una broma, el terraplanismo se ha convertido en un movimiento global con miles de seguidores, comunidades activas en español y una teoría de la conspiración tan vasta que lo desafía todo: la ciencia, la historia y la propia realidad.

Para un terraplanista, la verdad es simple y ha sido ocultada deliberadamente. El modelo que proponen es el de un disco plano, con el Polo Norte en su centro. Los continentes se extienden desde allí, y todo el perímetro está rodeado por la Antártida, que no es un continente, sino un gigantesco muro de hielo de decenas de metros de altura que impide que los océanos se derramen al vacío. El Sol y la Luna son esferas mucho más pequeñas y cercanas que giran en círculos sobre el disco terrestre, iluminando diferentes zonas y creando así el día y la noche.

¿Y las pruebas de que la Tierra es redonda? Para ellos, son parte del engaño.

Todo es un engaño

La pregunta clave es: ¿por qué se orquestaría una mentira tan monumental? Aquí es donde la teoría se vuelve verdaderamente conspirativa. Las motivaciones, según sus defensores, son varias. La principal es el control. Al hacernos creer que vivimos en una esfera insignificante girando en un universo infinito, las élites nos roban nuestra importancia y nuestra conexión con un creador. Para muchos terraplanistas, el modelo plano es una prueba de un diseño divino e intencionado. Otras teorías apuntan a motivos económicos (desviar billones a las agencias espaciales falsas) o al ocultamiento de más tierras y recursos más allá del muro de hielo.

El resurgimiento del terraplanismo no puede entenderse sin internet y las redes sociales. Plataformas como YouTube y Facebook han permitido que estas ideas, antes marginales, se difundan sin filtro, creando comunidades muy unidas que se refuerzan mutuamente. En estas «burbujas», la desconfianza hacia la «ciencia oficial» y los gobiernos es la norma.

El fenómeno terraplanista es una radiografía de nuestra época. Es menos una cuestión de astronomía y más un síntoma de una profunda crisis de confianza en las instituciones y en la autoridad. Demuestra que, por más abrumadora que sea la evidencia, siempre habrá un espacio para la duda y para narrativas alternativas que ofrezcan a sus creyentes un sentido de pertenencia y la gratificante sensación de haber descubierto una verdad que a todos los demás se les escapa.

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