B’Tselem y Médicos por los Derechos Humanos de Israel rompen con la narrativa oficial y denuncian una “campaña deliberada de destrucción” en Gaza. Más de 60 000 muertos y una hambruna creciente avivan el debate que el Estado israelí quiere silenciar.
En un giro sin precedentes, dos organizaciones de derechos humanos dentro del propio Estado de Israel han acusado formalmente al Gobierno de cometer genocidio en la Franja de Gaza. Se trata de B’Tselem y Médicos por los Derechos Humanos de Israel, dos entidades consideradas marginales en la sociedad israelí, pero con alto prestigio internacional.
En una conferencia de prensa celebrada en Jerusalén, ambas organizaciones afirmaron que el ejército israelí está ejecutando “acciones coordinadas y deliberadas para destruir la sociedad palestina” en Gaza, en el contexto de la guerra iniciada tras los ataques del 7 de octubre de 2023.
Acusaciones directas: ¿genocidio en nombre de la seguridad?
Las ONG denunciaron que el asedio a Gaza, que ya ha provocado más de 60 000 muertos, ha ido acompañado de la destrucción sistemática de infraestructuras, la imposición de hambre y el colapso de la atención sanitaria, lo que, según ellas, configura un escenario compatible con la definición legal de genocidio.
“Hemos calculado todos los riesgos: legales, sociales y mediáticos”, declaró Sarit Michaeli, directora internacional de B’Tselem. “Sabemos lo que viene. Pero alguien tiene que decir la verdad”.
Israel niega, acusa y silencia
El Gobierno israelí ha reaccionado con dureza, negando enérgicamente las acusaciones y tildándolas de “antisemitas”. El portavoz oficial David Mencer respondió que, si bien existe libertad de expresión en Israel, las denuncias “alimentan el antisemitismo global”.
Ni la Oficina del Primer Ministro ni el Ministerio de Asuntos Exteriores han emitido declaraciones detalladas, en lo que parece una estrategia de silencio institucional frente a un tema que toca el punto más sensible del alma nacional: las consecuencias históricas del Holocausto.
Una sociedad dividida y una comunidad internacional en alerta
Mientras los sectores progresistas de Israel se atreven a cuestionar la narrativa oficial, la mayoría de la población israelí rechaza las acusaciones, argumentando que el trauma del 7 de octubre, con 1 200 muertos y 251 secuestrados, sigue vivo.
En ese contexto, cualquier mención a “genocidio” genera una tormenta emocional y política. Un editorial reciente del conocido periodista Sever Plocker, publicado en Ynet, justificaba esa insensibilidad: “Las imágenes de palestinos celebrando y participando en los ataques del 7 de octubre impiden cualquier empatía hacia Gaza”.
El hambre como arma de guerra
Según observadores internacionales, la Franja de Gaza enfrenta una hambruna inminente, con niños menores de cinco años muriendo por desnutrición y acceso humanitario severamente restringido. Las cifras de muertos no dejan de crecer, y las infraestructuras civiles están completamente colapsadas.
“La vida es vida. Nadie debería morir así”, lamentó Shmuel Sherenzon, enfermero israelí de 31 años, en una voz disidente dentro de Israel.
En conclusión, ¿Estamos a puertas del fin del tabú o al inicio de una ruptura?
Por primera vez en décadas, voces israelíes respetadas rompen el silencio sobre los efectos devastadores de la campaña militar en Gaza. En un país fundado tras el horror del Holocausto, acusar al Estado de genocidio no solo es un tabú histórico, sino también una bomba política y moral.
¿Estamos ante una fractura en la narrativa nacional israelí? ¿Podrá el mundo seguir ignorando una crisis humanitaria de esta magnitud?