La costa gaditana vive su peor pesadilla estival: un fuego declarado en La Peña obliga a desalojar hoteles, chiringuitos y más de 5 000 vehículos mientras vecinos y turistas huyen entre llamas y atascos. El episodio vuelve a señalar la ausencia de limpieza forestal y la burocracia ambiental que bloquea cortafuegos y quemas controladas.
Cronología de un desastre anunciado
A las 15:00 del martes, Emergencias 112 recibe avisos: una caravana arde en el camping a la altura del km 78 de la N-340. En minutos, las rachas de levante convierten un accidente en un incendio forestal de nivel 1. A las 16:58, la Junta activa la fase de emergencia del Plan Infoca, consciente del riesgo para hoteles y viviendas costeras.
Despliegue y colapso logístico
Más de 17 medios aéreos, 5 brigadas Bricas y un centenar de profesionales luchan contra un frente que amenaza la carretera y los cables de alta tensión. El corte total de la N-340 (km 71-80) hace embudo: miles de conductores quedan atrapados sin alternativa real hasta que la Guardia Civil improvisa un desvío secundario.
Zonas evacuadas: hoteles, chiringuitos y urbanizaciones
- Hoteles: Punta Sur, La Torre, Tres Mares, Copacabana, Dulce Nombre.
- Chiringuitos: El Tumbao, Tangana cierran en pleno agosto.
- Residencial: desalojos preventivos en Valdevaqueros, Casas de Porro y San Mateo.
La Junta confirma “un número importante de personas” evacuadas y pide “disciplina operativa” para no entorpecer los trabajos.
Raíces del problema: abandono forestal y burocracia verde
Expertos locales llevan años alertando: la prohibición de desbroces extensivos y la ralentización de licencias de cortafuegos convierten los montes gaditanos en una mecha seca. El resultado: incendios que nacen en campings o cunetas y se transforman en tormentas de fuego imposibles de frenar.
¿Qué puede pasar ahora?
Las próximas horas dependen del viento de levante y de que los equipos puedan anclar el perímetro al norte antes de que llegue la noche. Si las temperaturas caen y la humedad sube, el incendio podría estabilizarse; de lo contrario, el litoral tarifeño enfrentará otro amanecer en vilo.
La pregunta incómoda: ¿cuántos veranos más necesitará la costa andaluza para asumir que la prevención cuesta menos que reconstruir lo que las llamas arrasan cada año?



