Antes del famoso caso de Manises, el archipiélago canario vivió su propia noche de misterio. El 22 de junio de 1976, cientos de personas a lo largo de varias islas, incluyendo la tripulación de un buque de la Armada Española, fueron testigos de un fenómeno luminoso tan extraordinario que se convirtió en una leyenda de la ufología mundial.
El evento principal ocurrió sobre Gran Canaria, Tenerife y La Palma. Cientos de llamadas inundaron las emisoras de radio y las comisarías. Los testigos describían una visión casi idéntica: una enorme esfera luminosa, de apariencia gelatinosa o transparente, que se movía lentamente en el cielo. Dentro de este halo principal, muchos afirmaron ver un núcleo más denso desde el que parecían proyectarse haces de luz de colores.
La credibilidad del suceso se disparó gracias a un testigo de excepción: la corbeta Atrevida de la Armada Española. Su comandante y toda la tripulación, que se encontraban navegando cerca de la isla de Fuerteventura, observaron el fenómeno durante más de 40 minutos. Su informe oficial, detallado y técnico, describía una «luz intensa de color amarillo-azulado» que se descomponía y giraba sobre sí misma. Descartaron que se tratara de un avión, un misil o un fenómeno meteorológico conocido.
El ovni
Quizás el testimonio más impactante fue el del doctor Francisco Padrón, que se encontraba en una consulta en la localidad de Gáldar (Gran Canaria). Junto a su paciente, observó cómo una esfera transparente y azulada descendía muy cerca de ellos. Su descripción, recogida en el informe oficial del Ejército del Aire, es asombrosa: afirmó haber visto en el interior de la esfera a dos figuras humanoides de gran altura, vestidos con trajes rojos y con una especie de casco en la cabeza.
El informe final del Mando Aéreo de Canarias, también desclasificado, es una pieza clave. Recopiló decenas de testimonios de médicos, militares, pilotos y ciudadanos de a pie. Su conclusión fue contundente: se trataba de un «Fenómeno Aéreo No Identificado» (OVNI en la terminología de la época), ya que ninguna explicación convencional lograba dar cuenta de todas las características descritas por la abrumadora cantidad de testigos. El avistamiento de 1976 no solo paralizó a las islas por una noche, sino que dejó una huella imborrable en el mapa del misterio español.
