La caída de Nicolás Maduro ya no parece una hipótesis lejana, sino una cuestión de cuándo y cómo ocurrirá. En este escenario, la política de Washington hacia Venezuela marca un nuevo capítulo en la historia de América Latina, con consecuencias que podrían redefinir el futuro de la región.

Estrategia de máxima presión
El objetivo de Estados Unidos no es una ocupación prolongada, sino ejercer una presión total sobre el régimen chavista. El plan contempla, en caso necesario, una intervención rápida, de entrada y salida, evitando un escenario de guerra extensa.
El proceso comenzó con la declaración de ilegitimidad del gobierno de Maduro, seguido de su señalamiento como líder del Cartel de los Soles, con una recompensa de 50 millones de dólares por su captura. Posteriormente, se le acusó de ser parte de un grupo terrorista aliado con Irán, Hezbollah y organizaciones criminales transnacionales como el Tren de Aragua.
Condiciones legales y doctrinas en juego
La clave legal para una intervención estadounidense se sustenta en la doctrina que impide actuar contra gobiernos legítimamente electos. Según Washington, desde las elecciones del 28 de julio de 2024, Maduro no solo es un usurpador, sino un prófugo de la justicia. Esta definición abre la puerta al uso de la fuerza bajo el marco legal estadounidense.
El director de la DEA, Terry Coles, acusó al régimen de cooperar con el ELN y las FARC en el narcotráfico hacia EE. UU., reforzando la narrativa de Venezuela como narcoestado. Esta situación se conecta con los antecedentes del Plan Colombia, que destinó más de 10 000 millones de dólares en ayuda militar y de seguridad.
Intentos previos y aprendizaje de fracasos
No es la primera vez que Washington contempla la caída del chavismo. En 2018 hubo contactos con militares disidentes y en 2019 se creyó que el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, se movería contra Maduro. Ninguno de esos intentos prosperó, generando desconfianza y evidenciando la falta de garantías para los actores internos.
Hoy, sin embargo, la estrategia parece más sólida: operaciones militares desplegadas en el Caribe, mayor coordinación política y un discurso unificado en la Casa Blanca. Todo apunta a que ya no se discute si Maduro caerá, sino cuándo.
Escenarios de intervención
Estados Unidos ha movilizado recursos militares significativos: buques de asalto, destructores, tropas de élite y bombarderos estratégicos. Aunque insuficientes para una ocupación a gran escala, sí permiten operaciones selectivas de alto impacto, como ataques quirúrgicos o el estímulo de un golpe interno.
El paso del Título 10 al Título 50 en la legislación estadounidense confirma que cualquier acción militar dependerá directamente del presidente Donald Trump, lo que otorga flexibilidad operativa similar a la eliminación del general Soleimani en 2020.
El papel de la oposición y la calle
Más allá del poder militar, el factor decisivo podría ser la movilización ciudadana en Venezuela. El 28 de julio, la población dio un paso clave al desafiar al régimen en las urnas. El reto ahora es mantener la presión social y coordinarse con una oposición que ha sufrido divisiones y fracasos en el pasado.
¿Saldrán los venezolanos a las calles? ¿Penetrará el discurso opositor en las fuerzas armadas? Son preguntas clave que marcarán la viabilidad de una transición.
Consecuencias regionales
La presión sobre Maduro se inscribe en un nuevo ciclo político latinoamericano, con avances de fuerzas de derecha en países como Bolivia y Chile, y con un distanciamiento visible entre Caracas y gobiernos como los de Petro en Colombia y Lula en Brasil.
Estados Unidos no busca repetir Panamá 1989 ni un escenario de ocupación como en Irak 2003. Más bien, se trata de una estrategia de guerra híbrida, que combina presión militar, sanciones económicas y apoyo político a la oposición.
La incógnita del día después
El futuro inmediato plantea interrogantes cruciales: juicios por violaciones a los derechos humanos, relaciones con China y Rusia, impacto en la deuda externa, y el papel de figuras como Diosdado Cabello o Vladimir Padrino en una eventual transición.
En todo caso, lo que hoy ocurre en Venezuela no solo afecta al país, sino que puede redefinir la relación de Estados Unidos con América Latina, en un momento en que Washington vuelve a considerar la región como parte vital de su seguridad nacional.
La gran incógnita sigue siendo: ¿Cuándo y cómo caerá Maduro, y qué vendrá después?
