Un brutal ataque aéreo ruso ha destruido una colonia penal en Zaporizhia, matando a 17 presos y dejando 42 heridos. Kyiv acusa a Moscú de crimen de guerra mientras Trump fija un ultimátum a Putin: o paz en 12 días o sanciones.
Masacre en prisión: ataque con bombas aéreas guiadas
Durante la noche del 28 al 29 de julio de 2025, un ataque ruso con cuatro bombas de alto poder explosivo impactó directamente en la colonia penal Bilenke, al sureste de Ucrania, en la región de Zaporizhia, zona próxima al frente. El bombardeo destruyó por completo el comedor de la prisión, dañó otras áreas administrativas y provocó la muerte de 17 reclusos, según el Ministerio de Justicia de Ucrania. Al menos 42 internos resultaron heridos de gravedad, y otros 40, incluyendo personal penitenciario, sufrieron heridas leves.
El presidente Volodymyr Zelenskiy no dudó en calificar el bombardeo como un ataque deliberado contra civiles, subrayando que los rusos “no podían ignorar” el carácter no militar del objetivo. «Esto se hizo después de que Estados Unidos expresara una posición clara«, publicó en su cuenta de X.
Trump lanza ultimátum a Putin
En paralelo, el presidente estadounidense Donald Trump anunció un giro en su postura respecto a Moscú: dio a Vladimir Putin un plazo de 10 a 12 días para demostrar un avance real hacia el fin de la guerra. De no cumplirse, EE.UU. impondrá nuevas sanciones económicas y arancelarias. Este gesto endurecido por parte de Trump coincide sospechosamente con el bombardeo a la prisión, lo que podría interpretarse como un desafío abierto de Rusia a la presión occidental.
El exmandatario ruso Dmitri Medvédev respondió con amenazas, advirtiendo que estos ultimátums podrían provocar una escalada directa entre Rusia, EE.UU. y la OTAN.
Ataque contra objetivos no militares: patrón que se repite
Este nuevo bombardeo no es un caso aislado. También durante la misma noche, una mujer embarazada de 23 años murió en un ataque con misiles rusos contra un hospital en otra zona del sureste ucraniano. En total, 22 personas perdieron la vida en diferentes ataques rusos, consolidando lo que parece un patrón sistemático de ataques contra infraestructuras civiles.
El uso de bombas guiadas FAB‑500 o KAB, de origen soviético modernizado, permite a las fuerzas rusas golpear con gran precisión desde distancias seguras. Esta capacidad técnica elimina toda excusa sobre errores de cálculo. Rusia, una vez más, niega que sus ataques apunten a civiles, aunque las cifras de muertos y los objetivos atacados desmienten esa narrativa.
¿Crimen de guerra o simple barbarie?
Diversos expertos en derecho internacional consideran que estos bombardeos podrían constituir violaciones flagrantes del Convenio de Ginebra, al no haber justificación militar para atacar instalaciones penitenciarias o sanitarias. Kyiv ha solicitado una investigación internacional urgente y reclama que los responsables rusos sean juzgados por crímenes de guerra.
Mientras tanto, la comunidad internacional calla o reacciona con tibieza. Desde Bruselas, la respuesta de la Unión Europea ha sido prácticamente inexistente. ¿Dónde están las sanciones ejemplares que prometían?
¿Y España? Silencio clamoroso desde Moncloa
Sorprende también el mutismo absoluto del Gobierno de Pedro Sánchez, cuya diplomacia parece más ocupada en blanquear a regímenes como el de Venezuela o estrechar lazos con Marruecos que en denunciar atrocidades cometidas por Moscú. ¿Dónde está el compromiso con los derechos humanos cuando el agresor es un socio geopolítico incómodo?
El ataque a la prisión de Zaporizhia es más que un crimen: es un mensaje intimidatorio al mundo libre. Rusia demuestra que no teme a líneas rojas ni a advertencias diplomáticas. Frente a esta brutalidad, Occidente debe elegir: o tolerar la barbarie disfrazada de geopolítica o actuar con firmeza moral y militar. La pasividad también mata.