El Partido Popular ha confirmado lo que muchos en Génova vaticinaban tras el 21‑D: María Guardiola ha ganado, pero sin alcanzar la mayoría absoluta, y el resultado obliga de facto a volver a sentarse con Vox para poder gobernar en Extremadura. El PP ha consolidado su condición de primera fuerza, pero la aritmética parlamentaria le deja a tan solo 28 escaños, quedándose a 4 de los 33 necesarios para gobernar en solitario.

Victoria sin mayoría: el PP obligado a negociar con Vox
Desde la sede nacional del partido se reconoce que, aunque la victoria de Guardiola es rotunda —el PP amplió su distancia con el PSOE y refrendó su liderazgo electoral en una región históricamente socialista—, no ha sido suficiente para desbloquear la gobernabilidad sin apoyo externo.
En Génova se asume que el PP “no ha logrado romper su techo electoral” en términos de escaños, pese al crecimiento del voto popular en términos absolutos (cercano al 43,18% del electorado), lo que obliga a explorar acuerdos prácticos con Vox, cuya influencia crece al pasar de 5 a 11 diputados en la Asamblea de Extremadura.
La oferta de Vox: exigencias y condiciones claras
El líder de Vox, Santiago Abascal, advirtió desde Mérida que no se abstendrá gratuitamente. En campaña dejó claro que, pese a ser el socio natural del PP, sus votos y los de sus electores “deben contar”, reclamando compromisos en varias políticas clave:
- Políticas migratorias y de seguridad
- Rechazo de políticas de género impuestas desde Madrid
- Oposición al Pacto Verde europeo
- Defensa del mundo rural
- Apoyo a la energía nuclear
- Revisión de enfoques educativos
Abascal fijó un tono duro: si Guardiola quiere que los votos de Vox faciliten su investidura, el PP debe “entender quién es el socio con el que negocia”.
Ese mensaje resuena en Génova como una advertencia clara de que no hay cheques en blanco: los de Abascal no repetirán una abstención sin contraprestaciones políticas concretas.
La distancia con el PSOE y la lectura de Génova
Aunque el objetivo de la mayoría absoluta quedó fuera de alcance, el PP celebra en el entorno de Feijóo —y de Guardiola— haber ampliado la ventaja sobre el PSOE y haber provocado el desplome histórico de los socialistas en Extremadura. El PSOE pasó de 28 a 18 escaños, mientras que el PP sube ligeramente y Vox se dispara.
En Génova señalan que:
“La derrota en Extremadura no es solo de Gallardo, es del presidente del Gobierno”,
refiriéndose al liderazgo de Pedro Sánchez y a la incapacidad del PSOE de consolidar su base electoral, pese a cuatro visitas del presidente a la región durante la campaña.
Para la dirección popular, esto reafirma su relato opuesto: uno que presenta al PP como el verdadero dique de contención frente a las políticas socialistas y el liderazgo débil del PSOE.
Cáceres, 244 votos que valieron un escaño
La matemática final de la noche electoral fue cruel: una diferencia de apenas 244 votos en Cáceres impidió al PP alcanzar el escaño número 30, lo que habría dejado a Guardiola solo a tres escaños de la mayoría absoluta e incluso con margen para maniobrar sin necesitar a Vox.
Ese detalle ha marcado la lectura interna del resultado: la victoria fue clara, pero insuficiente para dar estabilidad plena a la Junta sin una negociación que, a estas alturas, nadie en Génova descarta.
Un pacto no tan fácil: investidura sí, presupuestos quizá no
Si bien el PP podría lograr la investidura con la abstención o un acuerdo de mínimos con Vox, los populares saben que la negociación de los próximos presupuestos regionales será mucho más exigente. Es precisamente la falta de acuerdos en 2025 lo que llevó a Guardiola a convocar elecciones anticipadas, por lo que el calendario legislativo que viene plantea un reto mayor que la propia investidura.
En otras comunidades donde el PP tuvo que negociar con Vox —como en Murcia—, el precio político fue negociaciones tensas y concesiones en políticas clave, algo que Guardiola y Génova parecen dispuestos a evitar en la medida de lo posible.
El PSOE lejos de recuperar terreno
Mientras, el PSOE se hunde en Extremadura y ve cómo el proyecto socialista pierde relevancia en un territorio que fue feudo tradicional durante décadas. Para el PP, este resultado no solo es una victoria regional, sino un síntoma del desgaste nacional del PSOE, que ahora tendrá que gestionarlo también en las próximas citas electorales, como en Aragón y Andalucía.



