Pauline Hanson, senadora del partido conservador australiano One Nation, ha sido suspendida del Senado por una semana tras irrumpir en el hemiciclo vestida con un burka, en lo que describió como un acto de protesta contra el uso del velo islámico en espacios públicos. La acción ha provocado un fuerte revuelo político, con acusaciones de racismo y provocación deliberada.

El gesto que desató la tormenta política
La senadora Hanson, conocida por su historial de declaraciones xenófobas y antiinmigración, aseguró que la vestimenta tenía como fin reivindicar la prohibición del burka en todo el país. “Tengo derecho a vestir lo que quiera, incluido un burka”, afirmó ante los medios, denunciando que no existe un código de vestimenta en el reglamento del Senado.
Esta no es la primera vez que Hanson recurre a una provocación de este tipo. Ya en 2017 protagonizó una escena similar al ingresar al Senado con un burka para impulsar una moción que buscaba prohibir esta prenda. En aquel entonces, fue duramente criticada por la comunidad musulmana y por legisladores de todas las tendencias.
La respuesta del Parlamento: censura y suspensión
La ministra de Exteriores, Penny Wong, del Partido Laborista, calificó la acción como un acto de desprecio hacia toda una religión. “Es vilipendiar a una comunidad entera”, declaró enérgicamente, exigiendo a Hanson que se disculpe por burlarse de los musulmanes australianos.
Como resultado, el Senado decidió por amplia mayoría suspender a Pauline Hanson durante siete sesiones, invocando la falta de respeto institucional y la utilización del recinto parlamentario como plataforma de provocación simbólica.
Un debate que va más allá de la vestimenta
El incidente ha vuelto a encender el debate en Australia sobre los límites de la libertad de expresión, la libertad religiosa y el uso de símbolos religiosos en espacios públicos. Para algunos sectores, Hanson representa una voz necesaria frente al avance del multiculturalismo “sin control”. Para otros, su presencia es sinónimo de división y populismo identitario.
La polémica revela también el clima político polarizado en el país oceánico, donde temas como la inmigración, la integración y la seguridad suelen instrumentalizarse por sectores conservadores para movilizar voto.
Opinión editorial de Zero Censura
Más allá de si se está o no de acuerdo con el uso del burka, lo cierto es que la senadora Hanson ha optado por la vía del espectáculo mediático antes que por el debate parlamentario serio. Su acción busca claramente polarizar, provocar e instalar una narrativa de “valiente que dice lo que nadie se atreve”, muy rentable en tiempos de corrección política extrema.
No obstante, también cabe preguntarse: ¿por qué se permite el uso de símbolos religiosos sin regulación clara en los espacios institucionales de un Estado laico? ¿Dónde acaba la libertad individual y dónde empieza la necesidad de neutralidad pública?
¿Estamos ante una cruzada por la identidad nacional o ante otro episodio de populismo teatral que esquiva los verdaderos problemas de los australianos?



