Estados Unidos estaría dando los primeros pasos para neutralizar laboratorios clandestinos y perseguir a líderes del narcotráfico en México, según revelaciones de NBC News.
Washington ha comenzado a preparar una operación secreta para atacar en territorio mexicano a los principales cárteles de la droga, de acuerdo con información difundida por NBC News. El plan, que se encontraría en una fase inicial, contempla el uso de drones armados y agentes de la CIA para desmantelar laboratorios clandestinos y rastrear a narcotraficantes en la frontera sur.
La filtración, proveniente de dos funcionarios estadounidenses, sugiere que la estrategia seguiría un modelo similar al empleado en los 15 ataques recientes contra embarcaciones en el Caribe y el Pacífico, operaciones que habrían dejado 64 víctimas mortales. A diferencia de la presión pública que Estados Unidos ejerce sobre el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, el caso mexicano se manejaría con carácter confidencial.
El historiador Armando Chaguaceda considera poco probable que Washington actúe sin el consentimiento de México:
“No creo que bombardeen cárteles sin la anuencia del Gobierno mexicano, por mucho que hagan bullying a Sheinbaum. México es un país grande y un aliado clave”, señaló. “Es una reedición moderada del viejo imperialismo estadounidense, condicionado por la importancia estratégica de México y por la naturaleza democrática del sistema norteamericano”.
Con el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca, analistas advierten un giro hacia una nueva versión de la Doctrina Monroe, bajo una óptica geopolítica que busca reafirmar la influencia de Washington en el hemisferio.
En México, sin embargo, la posibilidad de una intervención divide a la opinión pública: los simpatizantes de Morena la interpretan como una injerencia extranjera, mientras que sectores opositores la ven como una respuesta necesaria ante la expansión del narcotráfico.
“La presidenta repite que México no es piñata de nadie”, explicó el analista político Pablo Cícero, aludiendo a la postura firme que Claudia Sheinbaum mantiene ante presiones externas.
La noticia estalló en un país aún consternado por el asesinato del alcalde Carlos Manzo, de 40 años, ocurrido el pasado fin de semana durante el Festival de Velas en Uruapan (Michoacán). Manzo, un férreo crítico de la política de seguridad del Gobierno federal, fue abatido con siete disparos mientras participaba en el evento.
“Aunque apagaron su voz, no apagarán esta lucha”, declaró su viuda, Grecia Quiroz, quien podría asumir su cargo de manera interina.
El crimen desató una ola de indignación: los asistentes al funeral expulsaron al gobernador entre gritos de “¡Fuera, asesino!”, y grupos estudiantiles atacaron posteriormente el Congreso local.
De acuerdo con Cícero, “Manzo se había convertido en una figura simbólica de resistencia frente a la estrategia de abrazos, no balazos; su asesinato intensifica la percepción de que el Gobierno protege, de alguna manera, a los cárteles”.
La presidenta Sheinbaum rompió el silencio este martes, anunciando un plan especial para Michoacán, aunque su reacción fue duramente criticada por diversos sectores. El historiador Enrique Krauze escribió en sus redes:
“Es indignante la reacción presidencial ante el asesinato de Manzo, pero no sorprende. La frialdad ante el dolor es la divisa de este régimen. México se desangra”.
Pese a los cuestionamientos, los niveles de aprobación de Sheinbaum se mantienen altos, incluso en medio de denuncias de corrupción contra figuras cercanas al oficialismo, como Andy López Beltrán, hijo del expresidente López Obrador, y el senador Adán Augusto López.
La tensión entre ambos países promete aumentar en los próximos días, mientras Washington perfila una operación que podría marcar un punto de inflexión en la relación bilateral y en la lucha contra el narcotráfico en la región.



