
Madagascar: Crisis y represión tras 22 muertos en protestas
Rajoelina enfrenta el mayor desafío político de su mandato
El presidente de Madagascar, Andry Rajoelina, ha tomado la drástica medida de disolver su Gobierno tras una ola de protestas en la que han muerto al menos 22 personas y más de 100 han resultado heridas, según la ONU. Las manifestaciones, que comenzaron el pasado jueves por los constantes cortes de agua y electricidad en varias ciudades, incluida la capital Antananarivo, son las más intensas que ha presenciado la isla en años y ponen en jaque su reelección en 2023.
Contexto de la crisis y respuesta de Rajoelina
En un discurso televisado, Rajoelina anunció que los ministros asumirán temporalmente sus funciones, justificando el cambio por la incapacidad del actual Gobierno de atender las demandas de la ciudadanía. «He decidido poner fin a las funciones del primer ministro y del Gobierno», afirmó. Sin embargo, esta respuesta llega demasiado tarde para muchos, mientras la ira popular se intensifica ante lo que consideran un gobierno fallido que no ha sabido gestionar la crisis de servicios básicos.
Violencia y represión por parte del Estado
Las protestas, que se asemejan a otras revueltas de la Generación Z en el mundo, han sido reprimidas con fuerza. La policía ha recurrido a gases lacrimógenos y balas de goma, y han impuesto un toque de queda nocturno. La ONU ha condenado el uso de la violencia, e insiste en que las fuerzas de seguridad deben cesar el uso de fuerza excesiva, mientras que el Ministerio de Asuntos Exteriores de Madagascar niega las cifras de víctimas, acusando de desinformación.
¿Hacia un cambio real en Madagascar?
La situación en Madagascar es un claro indicio de que la frustración por la falta de servicios comienza a canalizarse en un descontento político potentísimo. Sin embargo, el futuro de estas manifestaciones es incierto; los movimientos sociales han buscado inspiración en revueltas exitosas de otros países, aunque la brutalidad del régimen podría jugar en su contra. La llamada a un diálogo parece más un intento de silenciar la voz de la juventud que un auténtico compromiso con el cambio.