Con una valoración histórica de 300 000 millones y más de 500 millones de usuarios, OpenAI vive su verano más crítico: ataques, traiciones y presión desde Silicon Valley hasta el Pentágono.
El imperio de la IA tambalea
OpenAI, la empresa que prometía liderar el futuro de la inteligencia artificial, está al borde de una crisis estructural. Sam Altman, su CEO y rostro mediático, ha pasado de celebrar la mayor ronda de financiación privada del sector tecnológico (40 000 millones de dólares) a enfrentar un asedio brutal por parte de los grandes colosos tecnológicos: Meta, Google, Amazon y Microsoft.
Con una valoración de 300 000 millones de dólares, la startup se ha convertido en el blanco de una guerra sin cuartel por el dominio de la IA.
Meta, la ofensiva más agresiva
Altman ha denunciado que Meta ha intentado robar a sus ingenieros clave con ofertas de hasta 100 millones de dólares en bonos de fichaje. Y aunque algunos lo niegan públicamente, Mark Zuckerberg ya ha conseguido llevarse a varios talentos de primer nivel.
Meta considera a OpenAI su enemigo número uno. Y no es para menos: mientras LLaMA, su modelo, tropieza con problemas técnicos, ChatGPT sigue liderando el mercado mundial de IA conversacional.
Microsoft, socio e inquisidor
El otro frente lo representa Microsoft, principal socio e inversor de OpenAI. Las tensiones entre ambos han estallado tras el fallido intento de adquisición de la startup Windsurf, bloqueado por Microsoft para proteger su producto estrella, Copilot.
Además, Microsoft busca renegociar su contrato con OpenAI: si la startup supera los 100 000 millones de dólares en beneficios, la tecnológica perdería su participación en los ingresos. Un golpe financiero intolerable para los de Redmond, que ya ven con escepticismo el discurso mesiánico de Altman sobre la IA General.
Colapsos internos y agotamiento del personal
La presión no solo viene de fuera. Los empleados de OpenAI trabajan más de 80 horas semanales, con niveles de estrés extremos. La empresa tuvo que concederles una semana libre para evitar el colapso. Pese a todo, el lanzamiento de su nuevo modelo de IA fue retrasado por segunda vez en un mes, dejando a competidores como xAI (de Elon Musk) espacio para avanzar.
Google y DeepMind, carroñeros del caos
Tras el fiasco con Windsurf, fue Google DeepMind quien terminó fichando a su CEO y a parte del equipo. En paralelo, Altman intenta salvar la cara anunciando alianzas con empresas como Mattel o contratos con el Pentágono para desarrollar soluciones militares basadas en IA.
Escándalos de marca y demandas
A todo esto se suma el pleito legal con la startup iyO, que ha denunciado a OpenAI por violación de marca tras su alianza con Jony Ive para crear un nuevo hardware llamado “io”. Una jueza federal ha prohibido el uso del nombre hasta nueva orden.
Hollywood se suma al ataque
Como si fuera poco, Amazon Studios prepara una película sobre Sam Altman, con un guion filtrado que lo presenta como un “manipulador sin escrúpulos”, al estilo de Mark Zuckerberg en «La red social». Altman ya ha sido acusado por antiguos empleados de falta de transparencia y liderazgo tóxico.
¿El principio del fin?
Pese al caos, OpenAI sigue liderando el mercado, pero su hegemonía es más frágil que nunca. La startup enfrenta traiciones internas, sabotajes legales, guerra por talento, retrasos tecnológicos y dudas estratégicas de su principal socio.
OpenAI no se rinde. Pero los tiburones huelen la sangre, y el emperador de la IA parece cada vez más solo en su trono de código.



