En plena crisis de Gaza, tres de los principales aliados históricos de Estados Unidos e Israel rompen el equilibrio diplomático y reconocen la existencia del Estado palestino. El frente internacional contra Netanyahu se ensancha… y crece la presión sobre la ONU.

Londres, Ottawa y Canberra se suman a la oleada de países que reconocen formalmente a Palestina. La ONU se prepara para una semana decisiva y la comunidad internacional gira hacia una narrativa que abandona a Israel a su suerte.
El giro político de tres potencias anglosajonas
Este domingo 21 de septiembre de 2025 pasará a la historia de la diplomacia internacional. Reino Unido, Canadá y Australia han anunciado de forma simultánea el reconocimiento oficial del Estado palestino, uniéndose al bloque liderado por España, Noruega e Irlanda, que ya dio ese paso en mayo.
Los anuncios fueron realizados por sus respectivos primeros ministros: Keir Starmer (Reino Unido), Mark Carney (Canadá) y Anthony Albanese (Australia), justo antes del inicio de la Asamblea General de la ONU en Nueva York.
¿Por qué ahora?
La decisión no es casual. Llega tras semanas de bombardeos masivos en Gaza, con más de 65 000 muertos y una catástrofe humanitaria en curso que ya ha provocado más de 440 muertes por hambre, según cifras de la ONU y organizaciones médicas.
El Gobierno de Israel, encabezado por Benjamin Netanyahu, ha perdido apoyo internacional incluso entre sus socios tradicionales. Mientras el primer ministro israelí insiste en su doctrina de “paz a través de la fuerza”, varios gobiernos occidentales ya no están dispuestos a sostener esa narrativa militarista.
El efecto dominó: otros países se preparan
Además de Canadá, Reino Unido y Australia, se espera que en las próximas 48 horas al menos siete países más reconozcan formalmente a Palestina. Entre ellos figuran Portugal, Bélgica, Chile, Eslovenia y Luxemburgo, lo que elevaría a más de 150 el número de miembros de la ONU que reconocen a Palestina como Estado soberano.
Este reconocimiento no es solo simbólico: implica relaciones diplomáticas formales, apertura de embajadas y el fortalecimiento del reclamo palestino para ingresar como Estado pleno en la ONU, un paso bloqueado históricamente por Estados Unidos a través del veto en el Consejo de Seguridad.
Un giro geoestratégico: Biden aislado, Netanyahu acorralado
La Casa Blanca se ha quedado cada vez más sola en su defensa incondicional de Israel. Aunque Joe Biden sigue sin condenar abiertamente los excesos de Netanyahu, dentro de Estados Unidos crecen las voces críticas, tanto en el Congreso como entre aliados demócratas, que exigen un alto el fuego inmediato y una solución política duradera.
Para Israel, esto representa un aislamiento sin precedentes, incluso peor que el vivido durante la Segunda Intifada o la guerra de 2014. La imagen del país, históricamente ligada a la defensa y supervivencia, ahora se ve asociada al castigo colectivo, bloqueo humanitario y ocupación prolongada.
España, pionera en esta nueva oleada
El pasado 28 de mayo, Pedro Sánchez lideró el reconocimiento oficial de Palestina en nombre de España, junto con Irlanda y Noruega. A pesar de las críticas internas por el uso electoral del conflicto, el gesto provocó una reacción en cadena que ahora comienza a tomar forma con el apoyo de países anglosajones.
A nivel interno, la decisión fue vista como una maniobra para distraer de los escándalos del Gobierno, pero en la arena internacional, Sánchez ha conseguido capitalizar una narrativa favorable entre gobiernos progresistas y socialdemócratas.
¿Y ahora qué?
El reconocimiento masivo podría llevar a tres consecuencias inmediatas:
- Presión para que Palestina sea admitida como miembro de pleno derecho en la ONU, lo cual requeriría vencer el veto estadounidense.
- Mayor aislamiento de Israel y posibles sanciones diplomáticas si persisten los ataques sobre zonas civiles en Gaza.
- Aumento de la polarización geopolítica, con China, Rusia, Irán y gran parte del mundo árabe impulsando una solución unilateral que excluya cualquier negociación con Netanyahu.
El reconocimiento internacional de Palestina se ha convertido en una ola imparable. Lo que antes era una cuestión de “equilibrio diplomático” hoy se ha transformado en una causa global. Mientras Netanyahu se aferra al lenguaje de la guerra, buena parte del planeta empieza a hablar en términos de justicia, dignidad y soberanía para un pueblo que lleva más de 70 años esperando su lugar en el mundo.